“Porque os he dado ejemplo, para que vosotros también hagáis como yo he hecho con vosotros” (Juan 13:15)
Todo, está listo para la cena, según la costumbre de esos momentos que nos narran los Evangelios. Los invitados al llegar al lugar en donde debía de celebrarse la cena, se quitaban las sandalias y el anfitrión, mandaba a uno de los criados que les lavase los pies.
Me he querido parar ante esa escena y he visto que en aquella cena, no había, ni dueño de la casa, ni criados. ¿Cuál es la razón? Muy sencillo, estamos ante la celebración de una cena privada. Los discípulos, se sientan ( o se recuestan, como era costumbre) a la mesa y en silencio, se miran los unos a los otros, esperando ver como entra el criado con la jofaina para lavarles los pies, pero, ni la puerta se abre, ni nadie entra a realizar ese gesto, al que todos están más que acostumbrados Pasados unos momentos, Jesús se pone en pie, se ciñe una toalla, toma en sus manos una jofaina y se acerca al primero de los discípulos a lavarle los pies, a cumplir con ese gesto que para ellos era algo más que un ritual o una simple costumbre El Hijo de Dios se arrodilla ante el primer de aquellos, que no dejan de ser pecadores, como TÚ y como yo Jesús, el Hijo de Dios y nuestro Salvador, se arrodilla y toma en sus manos, aquellos pies llenos de polvo y los lava, repitiendo en silencio el gesto por doce veces Al final el silencio se rompe y se escucha la voz de Jesús diciendo “”
“os he dado ejemplo, para que vosotros también hagáis como yo he hecho con vosotros” “ ¿Realmente Señor, que has querido enseñarme con ese gesto?
¿Fue eso, simplemente un gesto o hay algo más detrás de el?
Realmente, yo no sabría que responder ante la escena, porque es en principio un tanto confusa, ya que,
1.-por un lado, tengo al Hijo de Dios, el Salvador, Aquel que ha venido a dividir la historia, en un antes y un después de EL y
2.-por otro lado, tengo, un grupo un tanto heterogéneo de hombres, pero iguales en imperfecciones y defectos
Ante lo que estaba a punto de suceder, no es de extrañar que Pedro quiera negarse a que El Maestro le leva los pies Pero ¿Tu Señor, Tu simplemente quieres enseñarme una lección?
Creo que SI, que quieres que contemplando lo que TU haces, pueda aprender y asumir en mi vida, la necesidad, del servicio y la humildad. Una humildad que me recuerda que la grandeza del hombre queda de manifiesto, cuando se arrodilla ante el hermano en cuyo corazón vives TÚ y lo hace para servir.
Pero Señor, mírame, Yo estoy situado en un lugar importante de la sociedad, admirado por las gentes que me rodean, no puedes esperar que yo me ponga de rodillas para servir
Mírame Señor, en ese lugar importante en donde estoy, hay una silla en la que frecuentemente me siento y me siento cómodo, porque es la silla de la soberbia y esté además sobre una tarima elevada, para que todos puedan contemplarme y he de confesarte que me siento reconfortado y lleno de orgullo
Pero, no sé cuál ha sido la razón por la cual has querido poner hoy ante mi esa escena y desde ella, has venido a recordarme que, para poder conocerte , se debe tener un corazón humilde, ya que TÚ Señor salvas a los humildes, que se acercan a TI He quedado en silencio, como colocado a la puerta de ese lugar en donde TÚ pones ante mi vida la TUYA y me permites revivir ciertos acontecimientos
He visto otra escena que TÚ has querido volver a colocar en un momento de otra cena La mujer que entra a la sala en donde TÚ estás, me lleva de la mano para que entre con ella y me deja en una esquina de la estancia, porque es ella, la que se acerca a TI
“Y colocándose detrás de Jesús, se puso a llorar a sus pies, luego comenzó a bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con perfume” (Lc 7, 36-50),
Aquella mujer ha clavado su mirada TI Señor, y sin palabras, imploraba misericordia, confiada totalmente en TÚ perdón, y a esa mirada, TÚ responde con la Tuya, llena de compasión y comprensión, y le dices «Tus pecados te son perdonados Se perfectamente que la humildad es la que me permite amarte a TI y al prójimo,, ya que “el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas”. (Mc 12, 28-34)
Con todo el corazón, es con humildad y sin ninguna restricción y con todo lo que nos da la vida. Con todo el corazón es con todo lo nuestro, sin reservas, con todo lo que nos hace vivir.
Con toda el alma, es con toda la humildad del amor divino, con toda el alma, es con el primer principio de nuestra vida, lo más importante, la parte espiritual e inmortal, capaz de entender, querer y sentir, y que, junto con el cuerpo, constituye su esencia humana.
Con todas tus fuerzas, es algo ardientemente y no con tibieza, y añadimos para que no falte nada, con todo nuestro entendimiento, con toda nuestra mente, con la inteligencia, con la reflexión, con la capacidad intelectual humana, con el pensamiento y voluntad, todo eso, es capaz de conocerlo solo un corazón humilde.
Se Señor, que no esperas que me ponga de rodillas, porque hay demasiada soberbia en mi vida, pero si esperas que sea capaz de entender que el orgullo, es para quien se dice cristiano, una contradicción y una combinación imposible
El orgullo me has dicho esta mañana Señor, no es un distintivo de los que se proclaman cristianos.
Eso lo se Señor, pero también TÚ sabes que hay demasiado orgullo en mi vida, porque aún no he sabido trabajar y esforzarme para dominar el hombre viejo que hay en mi Tal vez y lo entiendo, es por ello, para que pueda descubrir mi realidad, mirándote, por lo que hoy, antes de la cena, te has ceñido la toalla y te has acercado a mí, para lavarme, no solo los pies, son mi alma Se Dios mío, que necesito abrir mi alma a Tus palabras, para poder descubrir lo que realmente significa vivir, en y desde la humildad Sabes que en mí, aún hay el deseo de mirar y pensar en los demás, como seres inferiores, por eso “no Señor, me cuesta, entender ese gesto Tuyo”
Tendría que sentir el deseo de servir, recordando TUS palabras “he venido a servir, no a ser servido” (Mateo 20:28), pero el deseo de sentirme enaltecido es tan grande y la sed de glorificación es tan fuerte, que aún me impide ver a los otros como hermanos
Una oración para el seguimiento de Jesús
Señor, si hoy miro mi vida, tengo que confesar, TÚ lo sabes, que jamás he dicho una palabra hiriente a un hermano, jamás he hablado mal de nadie, y por ello los demás aplauden mi humildad, pero TÜ y yo sabemos, que de la misma forma, jamás he querido mover ni un dedo, para ayudar o servir a nadie , porque me he replegado sobre mí mismo y he construido en mi interior un altar en donde me puesto mi ego para alimentarlo, desde el no comprometerme, desde el no querer manchar mis manos “ con el barro con el que los demás, manchan su cuerpo”, porque me he dicho una y mil veces, que solo los limpios pueden ver tu rostro, olvidando que son los limpios de corazón, no los que ensucian sus manos por arrancar del barro del sufrimiento y de la necesidad los demás
Mirándote Señor, arrodillado a los pies, no de los discípulos, sino a los míos, para ofrecerme TÚ amor, sin esperar nada a cambio, he sentido como en ese gesto, has querido gravar en mi alma la necesidad urgente de una humildad que se expresa en actos, no en silencios. En actos que pueden verse y escucharse, sin importar a donde realmente pueden llevarme los mismos TÚ Jesús, no solo me has hablado hoy de la necesidad de ser humilde y de servir. Hoy te he visto sosteniendo la jofaina y lavando los pies de aquellos ante los que te has arrodillado por amor
Hoy no solo me has hablado, ya que he visto como ensuciabas tus manos, con el polvo de los pies de quienes has invitado a sentarse a la mesa, para compartir el pan y el vino. He visto en TUS ojos Señor, ese brillo que pone el amor que se desea dar Te has puesto de rodillas y cuando te miraba, recordé las palabras del Salmo 8:4- 6 “¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, Y el hijo del hombre, para que lo visites?.
Le has hecho poco menor que los ángeles, Y lo coronaste de gloria y de honra. Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; Todo lo pusiste debajo de sus pies “y pude entender como cualquier hombre es inmensamente importante para TI, y por tanto, que yo, tengo que ponerme a su servicio.
Gracias Señor, porque a todos nos has dado la vida, porque TÚ amor es infimito y nos coronas de gloria y nos haces señorear sobre todo lo creado, no para enorgullecernos vanamente de ello, sino para labrar un futuro, para trabajar en favor del Reino traído por Jesús y para ofrecerte nuestra vida y vivir bajo tu amparo Todo eso Señor, lo sé, todo lo sé, pero el pecado anida en mi alma ¿Cómo podré Dios mío, borrar de mi vida todo el egoísmo, sobrebebía y pecado que la sumergen en una total y constante tristeza.
Señor Jesucristo que dijiste “aprender de mí, que soy paciente y humilde de corazón (Matero 11:29) acudo hoy ante TÚ infinita Misericordia y puesto de rodillas ante TI, te suplico que me ayudes a que la humildad llene mis días y pueda así caminar sabiendo soportar las largas esperas y adaptarme a los imprevistos, para aprender a tolerar lo que no me agrade.
Dame Señor la humildad de saber escuchar y dialogar con quienes se crucen en mis caminos o pidan explicaciones de mi fe.
Que pueda Señor, aprender a afrontar la adversidad, para que pueda creer, en lo que es posible Llena Señor mi vida, con la humildad para que sepa darte gracias por las cosas sencillas que sucedan en mi vida y para que pueda esforzarme en servir, sin límites a los hermanos que TÚ pones en mi camino. En el nombre de Jesús, Amén
Esta reflexión y la oración fue sometido por Guillermo Cedeira. Puede ponerse en contacto con Guillermo en www.guillermocedeira.es